He esperado 20' de cortesía, solo en un bar (o donde se haya quedado), después de haber adecuado mi agenda personal y profesional para acudir a un lugar que no me pilla ni de paso. Transcurrido ese tiempo, le he comunicado a la figura ausente vía wasup que me iba. De inmediato, ha saltado como un resorte el automatismo del trabajo (ya saben, "es que tengo mucho trabajo", "es que se me ha amontonado la faena", bla bla bla) a modo de atenuante. Eso ocurre mucho por aquí. Por España, digo.
El "es que voy superliado, tú ya sabes" se ha convertido en el "yo lo había hecho, se lo prometo seño, pero el perro se me ha comido los deberes" del alumno irresponsable que ha llegado a la edad adulta. Y así uno queda libre de pecado. La bula neocapitalista, entiendo. O algo así. Francamente, no sé. Y digo no sé porque no llego a entender cómo con la desbordante capacidad comunicativa inmediata de hoy en día (llamada, sms, wasup, line, telegram, privado por RRSS, mail... ) no avisas del retraso.
En caso de que el retraso sea tan mayúsculo que consideres mejor anularla la cita, avisa igualmente y propón una alternativa (a la que por supuesto te amoldarás y pagarás lo que se tome en la mesa a cuenta del trastorno de agendas que has ocasionado).
Yo, como todos, poseo defectos, pero jamás he dejado tirado a nadie y siempre he devuelto cualquier llamado que me han hecho. Y si he dicho te llamo mañana, siempre he llamado mañana. Y si el lunes, pues el lunes. Si alguna vez me ocurriera, porque uno no puede decir jamás en la vida me pasará, se me caería la cara de vergüenza y llamaría a esa persona invitándole a comer para disculpar mi falta. Soy del pensamiento de que cuando uno incumple su palabra desprende cierto tufo a azufre profesional (y por ende, personal) del que ya es difícil que se desprenda. Y digo profesional porque sacar de la chistera el conejo del "es que voy superliado, tú ya sabes" me parece una metedura de pata laboral grave dado que evidencia una falta de organización y/o de previsión. Indica que la persona no sabe organizarse el trabajo y que éste se le amontona. Mal. Y si además no avisa del retraso, peor aún.
Desde finales del siglo XX la gente va cada vez más a la suya. Hace largo que el individuo dejó de pensar en el Otro. Ni en partido. Ni en club. Ni en país. Ni en universal. Ni en Humanidad. Soy yo, yo y yo. No quiero hacer de esto un ensayo postmodernista, porque creo que la realidad es mucho más sencilla por más que le duela al que han dejado tirado. A mí, en este caso. Y es que no eras importante para esa persona. Así de claro.
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