Leo ayer en El Mundo que el presupuesto del Palau de les Arts de Valencia será de 16.5 millones para este año 2012 que comienza a andar. "La mitad de cuando empezamos", se lamenta su intendente, Helga Schmidt. Ese mismo día, leo en El País que el Liceo de Barcelona, con 48 millones de presupuesto para 2012, amenaza con un ERE por la crisis. El auditorio catalán estudia chapar dos meses para ahorrar costes. El Palau de les Arts baraja la misma opción, también en época estival. Vamos, que el que quiera ópera a diario que pille un avión y se plante en Viena. Los responsables de ambos centros, dos de los más importantes del país, hablan de la pérdida que supondrá para ambas ciudades. Para ambas comunidades. El retroceso cultural. Ese terreno ganado en la educación operística ciudadana. La amenaza de que todos volvamos a ser paletos ahora que había caído una 'flauta mágica' en nuestras vidas.
La cultura es la hermana pobre, sí. La he cubierto en prensa más de una década. Y dentro de la cultura hay casos verdaderamente extremos. Pero en este caso me huele a plañidera de empresario que quiere seguir llenándose los bolsillos como antes de 2008 y se escuda en "la cultura se va al traste".
En el antiguo Espai Moma de Valencia, un teatro para apenas 200 localidades al otro lado del antiguo cauce del río Turia, que luego la Generalitat alquiló (a un altísimo coste, por lo que debió abandonarlo más tarde) y reabrió rebautizado como L'Altre Espai, disfruté yo de una de las mejores representaciones de ópera. Aquel 'Così fan tutte', a apenas 5 metros de los intérpretes y por una butaca de precio razonable, me dejó petrificado durante más de dos horas. Y me adentro en la ópera. En adelante visité otros coliseos, como el Palau de les Arts, pero ya nunca fue igual.
Por eso vengo hoy a escribir que no creo que hagan falta grandes estructuras. Abultados presupuestos. Para el arte, desde luego no. Serán más vistosas, sí. Y desde Oriente se agolparán escuadrones de turistas para retratar la magnífica arquitectura y sus ornamentos. Las cascadas de agua en derredor. Los ribetes dorados en los palcos. Y los cargos políticos nos presentarán datos de asistencia más hinchados que un cadáver abandonado en la mar para poder asi mantener sus pernoctaciones semanales en los hoteles de cinco estrellas de la ciudad.
En un pequeño teatro de la calle Platero yo creo que vale para adentrar a la ciudadanía en la ópera. Al mí al menos me valió. Y eso que luego no me dieron una copa de cava.
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