martes, 24 de enero de 2012

Céramica de Manises

Ayer vi un reportaje sobre el Museo de la Cerámica de Manises. En la televisión autonómica valenciana, claro. Estas piezas (la cerámica, digo), este arte está tan enraizado en mi tierra como la pilota valenciana o el sentarse a mesa alrededor de una paella y una ensalada de tomate. Tanto es así que uno de mis abuelos se refería a la cerámica del suelo como "el manises" cuando se expresaba en valenciano al resto de la familia. No obstante, como tantas otras cosas, ni se cuida lo suficiente, ni se promociona lo suficiente ni se autoaprovecha lo suficiente. Las piezas que expone el Museo de la Cerámica estos días corresponden a la cartelería utilizada por negocios e instituciones. El modo en que la cerámica valenciana realzaba la belleza de un lugar. Le otorgaba elegancia, señorío y luminosidad las 24 h. del día merced a un tratamiento cerámico mediante el cual emergía con fulgor el blanco por encima de cualquier otro color aplicado sobre sí.
Hace mucho que no veo piezas así. Como es raro conseguir zumo de naranja natural. Como tantas rarezas. Tantos 'harakiris' culturales. Por pereza. Por globalización. Por ahorrarse cuatro monedas. Por contratarle la cartelería al cuñado de La Roda o vaya usted a saber.
En una de las paradas del Metro de Lisboa existe un magnífico mural en cerámica. Precioso. Jamás había visto algo así. Nunca antes detuve mi paso en un subterráneo. Salvo aquella vez. El mural cerámico era sobre Namor, un personaje de Marvel. Pensé: "Qué cojones han tenido de plantar algo de esto y con este material los portugueses". Y qué pocos cojones tenemos aquí. Aunque no creo que sea cuestión testicular, desgraciadamente.

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