Creo
que este país hace tiempo que dejó de pensar a lo grande. Y pensar a lo grande
no es poner el fajo de billetes en la mesa para copiar lo que esté de moda.
Pensar a lo grande requiere construir algo digno de ser admirado. Esas cosas que con un
simple golpe de vista se sabe perdurarán en el tiempo.
Olvidamos la estrategia y con ella la planificación. Nos importa poco o nada el pasado mañana. Y del mañana nos preocupamos lo justito. Todo se improvisa. Y si no funciona luego ya se irá ‘apañando’.
O ya se ocupará el que venga detrás. España es un país de egoístas, pero de egoístas torpes.
Narro una pequeña aventura doméstica que lo explica. No obstante, usted como yo verá
que los mismos rasgos se repiten en cada esquina, en cada tienda, en cada
empresa. Cada día. Y así vamos.
Tras
darme plantón seis veces, cuatro de ellas sin avisar, consigo que un electricista
acuda a mi domicilio.
Como la faena era muy menor (instalar una toma de antena) no le había importado dejarme tirado media docena de veces. Así se trabaja por aquí: se maltrata a un cliente a riesgo de que más adelante te pudiera encargar obras de mayor
entidad y/o te desvíe a otros clientes, con lo que tu cartera de contactos se multiplicaría geométricamente. Pero es lo que hay. No lo que habrá.
Entramos
en casa. Del tirón a la habitación. Sin chácharas. Nada de hablar de fútbol ni de dónde había comprado tal o cual cosa. A la faena, muchacho. Me faltó cogerle de la oreja y llevarlo a rastras. El electricista se inclina y retira el acople de un enchufe.
Tarda unos minutos en desentornillar la tapa interior: “Joder con el pintor,
cuántas capas de pintura echó aquí... no consigo meter el destornillador en la
estrella... no sé para qué hostias pintan tanto en esta parte si saben que luego habrá que tocar enchufes”. Pues eso, que cada uno va a la suya sin pensar en los otros. Ni en el futuro. Marca España. Qué pena me da escribir esto.
Finalmente lo
logra. Bien, progresamos.
Introduce el cable de antena. Lo hace serpentear con sacudidas de antebrazos
hasta que se frena antes de asomarse por la tapa de luces. “Joder con el albañil que te hizo el baño, puso una
chapa sobre otra y ni se fijó si pillaría los tubos de la luz. Les da igual todo, ¡hostias!”.
Como quiera que
el cable de antena no sigue el recorrido previsto lo largo del tubo, deduce que irá por otro. Ello le obligaría a taladrar la pared
del baño. Me advierte: “Nos arriesgamos a que al taladrar toque tubería; a ver, lo normal
es que no, porque lo lógico es que los tubos de la calefacción suban en recto
(traza con su mano por el aire) y no se desvíen de improviso hacia donde he de taladrar... aunque con los fontaneros nunca se sabe”.
De cualquier modo, al no contar con que tendría que colocar una guía en la pared, se excusa
hasta el día siguiente. "No llevo ese material en la furgona".
_¿Puede
venir mañana?
_Sí, a la hora que usted quiera.
_¿A la una le va bien?
_Perfecto.
A la 13.20 del día siguiente no viene a mi casa. Le llamo. No atiende mi teléfono.
_Estoy liado_ me contesta por wasup.
_¿Y por qué no ha avisado? He
tenido que suspender una reunión en la ciudad para regresar al domicilio tal y
como habíamos quedado_ le recrimino.
_Es que esto era más urgente_ responde al rato.
_No
lo dudo, ¿pero tanto le costaba avisarme para que yo rehiciera mi agenda de
trabajo?
A los veinte minutos:
_No.
De verdad que no entiendo cómo no estamos a la cola de Europa. Nos salvará el turismo. Y cuando digo el turismo es el clima, la playa y los precios bajos. Que el servicio es harina de otro costal...
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