No sé de qué modo lo he hecho pero el twitter me ha
conducido al Mago de Oz. Algo al flamenco. Vale, y ya que estamos, a
Rommel… Zorro del Desierto. En fin, que lo explico. Uno, que tiene su
cuenta de twitter (@alejandropla), va aumentando el número de personas a
las que sigue. Este fenómeno es la base de la red social. Hasta ahí
todo normal. Y twitter es dado al desahogo. A la denuncia. A la queja,
vaya. También algo común. Lo que no entiendo es por qué nadie pasa a la
acción. No comprendo lo de hacer tanto hincapié en público (“profundo
malestar”, “gran indignación” y derivados… ya saben, el alejamiento de
la trinchera tiende a la hipérbole verbal) y no poner solución. Como
estar en una barca que se hunde y maldecir en todas direcciones en lugar
de colocar un paño en la vía de agua. No sé, lo veo un poco estúpido.
En cualquier caso prefiero pensar que esto obedece a otra cosa.
Es posible que las redes sociales potencien una
dinámica puesta inocentemente en marcha por aquellas nuevas tecnologías
de los 90’: la desconexión del individuo con el mundo real. Este proceso
se gestó con la revolucionaria industria del ocio y se ha potenciado
con la gasolina súper de Internet. Haces la lista de la compra desde
casa (y te la llevan al domicilio), juegas ‘on line’ desde casa, ligas
desde casa, practicas sexo (cibersexo) desde casa, trabajas desde casa… y
casi sin darte cuenta te haces un gruñón con agorafobia.
En el fondo de su ser la persona sigue teniendo sus
rabias, su inconformismo y su noble deseo por un mundo mejor. Y no creo
que eso vaya a cambiar jamás. Pero da pena verlo. A la persona, digo.
Como animal salvaje criado en cautividad que cuando es obligado a
echarse monte arriba, no sabe qué hacer, ni adónde ir y termina
plegándose torpemente sobre sí hasta vaciar la vejiga por lo alto del
tobillo. Qué lastimita. Esta indolencia, ahora que las cosas se han
puesto tan feas, evidencia la cobardía del ciudadano. Del vértigo de
antaño por ‘adentrarse’ en la red, al pánico actual por ‘adentrarse’ en
el mundo real. Se ha invertido el proceso.
Y yo no puedo evitar acordarme del león que marcha en
busca del Mago de Oz para obtener un corazón. El tuitero, como el león,
dice que haría muchas cosas; reivindica, amenaza, promete que hará…
pero sólo baja a la calle en busca de un punto wifi desde donde seguir
alentando a la rebelión. Nos hemos quedado sin hombres de acción.
Tuiteros, los que queráis. Muy valerosos a golpe de pulgar. Todos ellos
disponen en un click de estupendas proclamas Ctrl+ P de sitios de
Internet perfectamente ordenados entres sus ‘favoritos’.
Twitter, ese balcón desde el cual el ciudadano canta
su saeta y restriega sus males entre sus cientos de followers a brochazo
gordo. Cuando la disquición de turno obtiene RT le invade la gallardía.
El valor regio de quien se ve flanqueado por sus tuit-legionarios En
ese instante del TL este Zorro del Desierto lanza ofensivas cada más vez
audaces. Su grey le tuitea y retuitea con vehemencia… pero este humilde
cronista sigue viendo las calles vacías. Los leoncitos van de aquí para
allá sin corazón. Sin dirección. Se miran unos a otros a la espera de
un rugido que desate la furia en esta manada de circo. Todos mandan
hacer pero ninguno hace.
Mucho capitán en lo alto de la colina con iPhone de
400 pavos, pero ni un solo soldado con bayoneta en el cerro. Calla
calla, que en la alameda no hay wifi. O llueve. Peor, igual hasta hace
frío. Mejor que bajen otros. Eso, eso, jalearos todos entre todos hasta
que aparezca algún hombre de acción. Alguien que tome riesgos. Alguna
persona auténtica. Y si no la hay, no os preocupéis, marcharemos todos a
Oz a buscarlo.
publicado en Ideas ClavesMagazine el 7/9/2012 (http://ideasclave.es/el-mago-de-oz/#.UE9RYFLIbTo)